Lisistrata es quizá la comedia más universalmente conocida de Aristófanes. Se centra en un asunto fundamental de la actualidad del autor: la Guerra del Peloponeso que, en el s. V a.C., enfrentó a atenienses y espartanos. Por su temática, ha sido clasificada como comedia política, denominación que engloba gran parte de la producción del autor por centrarse principalmente en asuntos y problemas que tienen que ver con la ciudad. Sin embargo, por el planteamiento que se hace de los hechos y por la solución a la que se llega, sería más propio hablar de una utopía política. La trama de la obra es muy sencilla: las mujeres, bajo la dirección de Lisístrata, hartas de verse abandonadas por sus maridos a causa de la guerra y no contentas con los resultados que los hombres han obtenido en la contienda hasta el momento, deciden intervenir y lograr la paz ellas mismas. Para ello, se ponen de acuerdo las mujeres de los dos bandos (atenienses y espartanas) en lo que podría llamarse una huelga sexual consistente en que, bajo ningún pretexto, ninguna de ellas mantendrá relación sexual con su marido hasta que estos no firmen la paz.
Lo que plantea Aristófanes seguramente sonaba disparatado a oídos de un espectador ateniense del s. V a.C. y, sin duda, puede hacerlo bajo el amparo que le proporcionaba el género comedia. Es un mundo al revés. En la época resultaba difícil imaginar que las mujeres, seres sometidos a la autoridad del hombre y normalmente recluidos entre las cuatro paredes de sus casas, pudieran siquiera tener iniciativa propia para cualquier empresa pública y, muchísimo menos, para un asunto que tradicionalmente ha sido considerado cosa de hombres como es la guerra. El asunto de la huelga sexual es igualmente disparatado, no solo por lo cómico que pueda resultar un planteamiento semejante, sino porque supone toda una desobediencia civil: se supone que la mujer es la que debe someterse al hombre y no al revés. La obra abunda en referencias explícitas a las relaciones sexuales entre hombres y mujeres mezcladas con alusiones a personajes de la actualidad y a la política todo ello expresado mediante un lenguaje muy directo y explícito y muy realista , como veremos en las citas del texto. Nuestro análisis se centrará precisamente en cómo aparecen relacionados estos dos conceptos en la comedia.
Sexo y política en Lisístrata
Lisistrata[1] es quizá la comedia más universalmente conocida de Aristófanes. Se centra en un asunto fundamental de la actualidad del autor: la Guerra del Peloponeso que, en el s. V a.C., enfrentó a atenienses y espartanos. Por su temática, ha sido clasificada como comedia política, denominación que engloba gran parte de la producción del autor por centrarse principalmente en asuntos y problemas que tienen que ver con la ciudad. Sin embargo, por el planteamiento que se hace de los hechos y por la solución a la que se llega, sería más propio hablar de una utopía política. La trama de la obra es muy sencilla: las mujeres, bajo la dirección de Lisístrata, hartas de verse abandonadas por sus maridos a causa de la guerra y no contentas con los resultados que los hombres han obtenido en la contienda hasta el momento, deciden intervenir y lograr la paz ellas mismas. Para ello, se ponen de acuerdo las mujeres de los dos bandos (atenienses y espartanas) en lo que podría llamarse una huelga sexual consistente en que, bajo ningún pretexto, ninguna de ellas mantendrá relación sexual con su marido hasta que estos no firmen la paz.
Lo que plantea Aristófanes seguramente sonaba disparatado a oídos de un espectador ateniense del s. V a.C. y, sin duda, puede hacerlo bajo el amparo que le proporcionaba el género comedia. Es un mundo al revés. En la época resultaba difícil imaginar que las mujeres, seres sometidos a la autoridad del hombre y normalmente recluidos entre las cuatro paredes de sus casas, pudieran siquiera tener iniciativa propia para cualquier empresa pública y, muchísimo menos, para un asunto que tradicionalmente ha sido considerado cosa de hombres como es la guerra. El asunto de la huelga sexual es igualmente disparatado, no solo por lo cómico que pueda resultar un planteamiento semejante, sino porque supone toda una desobediencia civil: se supone que la mujer es la que debe someterse al hombre y no al revés. La obra abunda en referencias explícitas a las relaciones sexuales entre hombres y mujeres mezcladas con alusiones a personajes de la actualidad y a la política todo ello expresado mediante un lenguaje muy directo y explícito y muy realista[2], como veremos en las citas del texto. Nuestro análisis se centrará precisamente en cómo aparecen relacionados estos dos conceptos en la comedia. Para ello, nos vamos a centrar principalmente en los pasajes que tratan más directamente estos aspectos: el prólogo, en el que se plantea la cuestión, la escena agonal, en la que se produce el debate más importante, y los episodios o sketches cómicos finales en los que, paso a paso, se resuelve el conflicto antes del esperado final festivo del éxodo.
Antes de iniciar un análisis más pormenorizado del texto, podemos comenzar con un breve comentario sobre los personajes que aparecen para situar mejor la obra. Lo primero que nos llama la atención es que los nombres de algunos de ellos son alegóricos, es decir, un análisis etimológico nos muestra que están estrechamente relacionados precisamente con los conceptos “política” y “sexualidad”. Así, Lisístrata sería ‘la que disuelve los ejércitos’; su vecina Cleonice es la ‘bella victoria’; Mírrina se relaciona léxicamente con “mirto” que alude directamente al clítoris; Cinesias alude al acto de fornicar (lo cual, como veremos, resulta bastante cómico), etc.[3]. En segundo lugar, cabe recordar que, en el teatro griego, todos los personajes, masculinos y femeninos, eran representados por hombres. Esta obra no debió ser una excepción. Quizá sí pudo serlo para el personaje de Consolación por razones obvias. En esta comedia aparecen enfrentados básicamente personajes masculinos y personajes femeninos, tanto en la esfera privada (matrimonio, e.g. Mírrina y Cinesias) como en la pública (e.g. Lisístrata y el comisario ateniense). El coro mismo aparece dividido en dos semicoros: uno de ancianos y otro de ancianas que se lanzan improperios continuamente. El enfrentamiento es pues constante hasta el momento de reconciliación final. Al mismo nivel encontramos otros enfrentamientos. Por un lado, Lisístrata como heroína destaca frente al resto de las mujeres. Por otro, como es lógico, los atenienses aparecen enfrentados a los espartanos[4].
El prólogo es la parte de la comedia en la que se plantea el conflicto y una en la que más claramente podemos ver la relación que se establece entre sexo y política. Comienza con la queja de Lisístrata ante el retraso del resto de mujeres con las que ha quedado para exponerles su plan. Inmediatamente aparece Cleonice, su contrapunto, y entablan un diálogo lleno de ambigüedades y alusiones a la imagen que se tenía de la mujer en la época. De las palabras de Lisístrata inferimos la afición de estas al sexo: “si las hubieran invitado a una fiesta de Baco, a una gruta de Pan, o al promontorio de Colíade, al templo de la Genetílide, no se podría ni siquiera pasar por culpa de sus tambores”[5]. Cleonice, por su parte, ofrece un catálogo de sus ocupaciones en el mundo privado del hogar[6]. El asunto que tienen que tratar es “grande” y “grueso”, palabras cargadas de ambigüedad que hacen pensar a Cleonice en el sexo masculino reforzando las palabras iniciales de Lisístrata. Esta última detecta la confusión de Cleonice y la corrige, pero sus palabras no dejan de ser ambiguas para seguir manteniendo la comicidad: “se trata de un asunto que yo he estudiado y al que he dado vueltas y más vueltas en muchas noches en blanco”[7], hasta concluir que lo que plantea es tan serio como que la salvación de Grecia solo es posible a manos de las mujeres. Ya tenemos introducido el asunto. Ahora falta saber cómo. La única forma posible es recurrir a las armas de que disponían las mujeres: “las tuniquillas azafranadas, los perfumes, las zapatillas, el colorete y las enaguas transparentes”[8].
Poco a poco van apareciendo el resto de mujeres y las alusiones sexuales siguen siendo una constante. Cleonice sugiere que las mujeres de Salamina, por ejemplo, han cruzado el mar abiertas de piernas. Más adelante Lisístrata se refiere al carácter beocio de una de las mujeres jugando con la polisemia de la palabra “llanura”. Todos estos matices y ambigüedades contribuyen grandemente a la comicidad y, seguramente, eran captados con facilidad por un público al que imaginamos riendo de principio a fin, teniendo en cuenta, además, que los personajes femeninos son hombres travestidos. Reunidas todas las mujeres, Lisístrata continúa la exposición de su plan. Todas tienen un marido ausente por la guerra y, desde la traición de Mileto, tampoco quedan consoladores de cuero con los que sustituirlos de modo que les plantea si estarían dispuestas a lograr la paz con su ayuda. Como, según se ha ido dando a entender desde el principio, las mujeres destacan por su afición al sexo, la adhesión al plan es unánime. El problema viene cuando se plantea la estrategia concreta a seguir. Las mujeres no están, de ningún modo, dispuestas a practicar la abstinencia sexual.
El apoyo que Lisístrata recibe de Lampito, su equivalente en el bando espartano, hace que el resto de mujeres recapacite y, poco a poco y con reservas, todas estén de acuerdo con el plan. En principio se trata de quedarse en casa y, utilizando las armas de mujer descritas, insinuarse a los hombres hasta que estos no puedan aguantar su deseo sexual. En ese momento, habría que mostrarse fuertes y rechazarlos. Lisístrata, que conoce a la perfección al género masculino, no duda en que su estrategia las llevará pronto a conseguir la paz. Sin embargo, no pueden conformarse con cualquier tipo de paz. Esta, según Lampito, ha de ser “huzta y zin engaño en todah laz cosah”[9], lo cual no puede lograrse mientras los atenienses sigan teniendo una flota de trirremes y cuenten con el dinero que tienen guardado en la Acrópolis. Lisístrata continúa con su plan: ha ordenado a las mujeres más mayores apoderarse de la Acrópolis mientras ellas, las jóvenes, se ponían de acuerdo. Ahora se trata de cerrar solemnemente el acuerdo haciendo un juramento pero, nuevamente se produce la parodia. En lugar de jurar sobre las vísceras de un animal, Cleonice, el personaje que hace las veces de bufón entre las mujeres, propone degollar un cántaro de vino, que es más pacífico y, de paso, le sirve a Aristófanes para burlarse de la fama de bebedoras de las mujeres. En un momento dado se oyen gritos. Son las ancianas que han conseguido apoderarse de la Acrópolis. El resto de mujeres se dirige hacia allí.
[...]
[1] Seguimos la edición de García Novo en Alianza Editorial citada en la bibliografía. Todas las citas del texto se refieren a esta edición.
[2] Los personajes espartanos aparecen caracterizados por utilizar su propio dialecto laconio en el original. En la traducción, García Novo lo ha respetado haciéndolo parecerse al habla andaluza.
[3] Para una ilustración más precisa, referimos al artículo de J. A. López Férez (pág.7) citado en la bibliografía.
[4] Para un análisis completo de los personajes se puede consultar el artículo de García Novo citado en la bibliografía.
[5] Versos 1-3.
[6] Versos 16-19.
[7] Versos 25-27.
[8] Versos 46-47.
[9] Verso 169.
- Quote paper
- Anglistik/ Germanistik/ klassische Philologie Enrique del Cerro Calderón (Author), 2011, Sexo y política en "Lisístrata", Munich, GRIN Verlag, https://www.hausarbeiten.de/document/199768